Llegué a Madrid hace muchos años. Un día que paseaba por la calle de Alcalá me detuve ante un gran cartel que colgaba de una fachada y que llamó poderosamente mi atención. En él se veía la imagen de Amparo Rivelles y se anunciaba una obra de teatro: La loca de Chaillot, de Jean Giradeaux. Así descubrí el Teatro Alcázar. Inmediatamente tuve un deseo: formar parte de la historia de ese vetusto y entrañable edificio.
Con estas palabras, expresaba Enrique Salaberria, el que fuera Presidente y Fundador del Grupo Smedia y empresario teatral que recuperó la gestión del Teatro Alcázar, su emoción cuando vio por primera vez este teatro.
Diez años después, en noviembre de 1999, Enrique lo consiguió: Siglo de Oro Producciones se hizo con la gestión del teatro y allí estaba él, al frente de aquella aventura. Miré de nuevo la fachada de la calle del viejo Alcázar y me dije: «Esto va a ser estupendo».
El pasado lunes 27 de enero, el teatro Alcázar cumplía 100 años ya que su historia se remonta al 27 de enero de 1925. Por entonces la calle de Alcalá tenía una seria competidora, la Gran Vía, que se estaba convirtiendo en un eje comercial y social. Así que los propietarios de solares y edificios en la calle Alcalá buscaban revitalizar su imagen para que siguiera siendo la preferida entre los paseantes.
En 1921 el Teatro Alkázar comenzaba a ser levantado y abría sus puertas el 27 de enero de 1925 mostrando una fachada limpia y luminosa, y convirtiéndose en el nuevo coliseo donde damas y caballeros de la aristocracia y la burguesía acudían a ver los nuevos espectáculos.
En el solar del número 20 de la calle de Alcalá, que había ocupado el primitivo Trianón Palace, se inició la construcción del nuevo Teatro Alkázar (llamado así hasta 1940, cuando el régimen franquista prohibió todos los nombres de aire extranjero), a partir del proyecto de Eduardo Sánchez Eznarriaga, que murió antes de finalizarse la obra, que quedaría a cargo de Eduardo Lozano Lardet.
Levantó el telón con la opereta Madame Pompadour, interpretada, entre otros, por Teresa Saavedra, José Moncayo y Julia Fons. Los propietarios estimaron que la construcción había costado ocho millones de pesetas. Solo las butacas importaron cien mil pesetas. Su primer nombre comercial fue Cine-Teatro Alkázar.
Hasta el comienzo de la Guerra Civil, estuvieron alternando en el escenario las comedias, las revistas, las zarzuelas y las comedias andaluzas.
El lunes 27 de enero de 2025 cumple un siglo en el que el teatro ha pasado por distintas manos empresariales, se ha dedicado a casi todos los géneros y ha estado amenazado por el fuego en dos ocasiones. Hoy es uno de los edificios más hermosos y de los pocos que van quedando dedicados al teatro de verso, como cuenta el periodista cultural Antonio Castro en su libro El teatro Alcázar (Palacio de los recreos).
Al final de la temporada 1999- 2000 se hizo cargo de la programación de este teatro el productor Enrique Salaberria estrenando 5 hombres.com el 29 de septiembre de ese mismo año, siendo pionero en subir a los escenarios de España los stand- up americanos.
El actual Teatro Alcázar (antiguo Teatro Cofidis Alcázar) es uno de los enclaves más populares y representativos de la cultura y del ocio que podemos encontrar en pleno centro de Madrid, en la calle de Alcalá.
En la actualidad, este espacio escénico gestionado por el Grupo Smedia, es una nítida referencia del teatro de comedia. El Teatro Alcázar conforma su cartelera con una sólida oferta de teatro de variedades, comedia, enredo, vodevil, espectáculos de humor y teatro en inglés para toda la familia y, en definitiva, el teatro de los autores más premiados. Sin duda, el Teatro Alcázar es uno de los enclaves escénicos imprescindibles para que los espectadores de cualquier edad puedan acercarse a gozar de una función de calidad, en la misma calle de Alcalá.
Me siento continuador de una larga historia de empresarios, artistas y amantes del teatro que hemos encontrado en el Alcázar nuestra casa. Estoy profundamente agradecido a todos los que me han precedido, a los que construyeron este palacio de los sueños y se esforzaron para que el telón se levantara todos los días y los aplausos no dejaran de sonar. Yo soy un continuador de esta labor, junto con un equipo del que me siento muy orgulloso. Muchas gracias a todos, de corazón.
Ayer me detuve otra vez en el número 20 de la calle de Alcalá y volví a mirar a lo alto.
Allí estaba el cartel de El testigo de Fernando Quiñones, y la imagen de Rafael Álvarez el Brujo. Sonreí de nuevo pensando: «La historia no se detiene. Esto está siendo estupendo».
Larga vida al Teatro Alcázar.
Enrique Salaberria.